La democracia está enferma

 LA DEMOCRACIA ESTÁ ENFERMA.

Si había alguna duda sobre el nivel de pobreza que sufre la democracia en todo el mundo, con las imágenes del miércoles, pues seguro que a más de uno les habrá convencido. Entender que el pastor de la democracia se ha reducido a sí mismos hasta alcanzar el nivel más bochornoso de su historia, es sin lugar a dudas, otra señal más de su propio apocalipsis como líder mundial.

Nada justifica que los estadounidenses tengan el coraje de poner en discusión su propio estilo de vida, el motor de su política exterior, que a más de un país han obligado a adoptarlo como si fuera la única del mundo, o por si acaso la mejor. Gracias a los acontecimientos de éstos ultimos días, se sabe: que el país que más presume de ser democrático, es por lo menos embustero, al no respetar la decisión de la mayoría emitido en sufragio.

Pero da igual, se entiende que algo así puede pasar en cualquier parte del mundo, más aún en los EE.UU.  Ellos cuentan con la impunidad suficiente como para que una situación similar a ésta tenga lugar, y que ningún país ni ninguna organización internacional, se siente a pedirles explicaciones, cuando en África y en América Latina, se envía a observadores por mucho menos.

También es cierto que si lo de Washington pasara en Malabo, por decir el nombre de alguna capital africana, talvez el balance del asalto al Capitolio, no se habría limitado en tan solo cuatro muertos. Pero insisto, al final del día, todos habrían puesto sus tentáculos en el continente, y los medios de comunicación, por su puesto, se habrían lanzado como león sobre su presa para terminar de desangrar a un continente que le cuesta lo suyo arrancar.

Desde siempre ha existido la teoría de que la democracia está enferma. Y no es sólo por imágenes como las del 6-E, sino porque en nombre de esa democracia, se ha pisoteado y menospreciado a otros, que ni juegan ni conjugan el estilo del tío Sam. En consecuencia, se ha procurado dar nombres despectivos (en el mejor de los casos) a todo aquel que ha querido ver el progreso con un color de gafas diferente.

Claro que al final se puede echar las culpas a gente como Donal Trump, por ser ellos los promotores de este tamaño de desorden social, por llamar, ellos, a la rebeldía de sus conciudadanos y por protagonizar, ellos, un espectáculo que les va a costar sudores a sus sucesores, si quieren sacar algo bueno de todo el desastre que se les hereda. No hay mal que por bien no venga, está dicho. Pero también está dicho: que la democracia se está muriendo.

Desde que el mundo es mundo, si hay alguna imagen que más se ha repetido: es la de que tras unos enfrentamientos electorales, algunos salgan más contentos que otros, mientras los menos contentos buscan la manera de justificar su derrota. 

La verdad es que existen varias pautas de actuación: algunos son unos caballeros y asumen que esta vez les tocó perder, y otros como Donald Trump, que simplemente prefieren tener ellos la última palabra. Y en su obsesión por no perder el estatus terminar por arrastar a todo un país en su derrota individual: paradójicamente, para algunos es sinónimo de una posible Guerra Civil, y para otros, es sólo el juego de la democracia. Lo cual sólo explica qué tan trastornado está el mundo hoy en día.

Está demostrado que: las doble barras de medir no ayudan. Mientras continuemos con este confusionismo, donde a lo blanco lo llamamos negro, y lo malo es menos malo porque ha sucedido en América o en Europa, seguiremos clavándole puñales a la democracia. Y está claro que al ritmo que vamos terminaremos antes por matarla.

Si observamos bien, nos daremos cuenta de que la democracia de hoy en día, hay que cogerla con pinzas, tratarla con demasiado mimo; porque de lo contrario, se nos caerá de las manos y aquello significaría el resurgimiento de la anarquía, que de manera muy acertada decidimos apartarla entre nosotros.

Aunque ya haya pasado un siglo, todos nos acordamos de los nefastos resultados de las Dos Guerras Mundiales, sobre todo Europa. De allí que me preocupe saber que situaciones similares pasen en su propia casa, y que sólo se limita a justificarlo. Mientras, Las Naciones Unidas, que se supone que su misión es la de garantizar la paz en el mundo, se hace el sordo y el mudo justo cuando parece que el mundo se está calentando.

Ahora más que nunca, el mundo tiene la suficiente madurez y herramientas para cortar movimientos como los que estamos viviendo. Hay que recordar que no es democracia incitar al desorden social, ni mucho menos incitarles a la sublevación, en un país que se ha convertido en el centro del mundo. Claro que de alguna manera hay expresar las inconformidades, pero al mismo tiempo que se guarda el respeto y el  decoro a las organizaciones estatales. Si lo hicieramos así, tendríamos una democracia más o menos sana.

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