Vamos a salvar el curso. No a estudiar.

VAMOS A SALVAR EL CURSO. NO A ESTUDIAR.


Por: L. Marquez M.

No va a resultar sencillo asumir que se tiene que ir a clase en meses, que se supone que tradicionalmente se está de vacaciones. Posiblemente para los universitarios este cambio no suponga ningún problema importante para su adaptación mental, pero sí a los chicos de primaria y secundaria que podrían verse obligados a trabajar a marcha forzada, como el resto de los demás estudiantes, pero con la desventaja de poseer unas edades poco preparadas para ese cambio tan drástico.

Poniendo siempre la escusa del coronavirus y la obligación de respetar la situación actual del país, el estudiante va a tener que asumir el desorden de su tradicional vida escolar. Para los nostálgicos sabemos que, Julio y Agosto, suelen ser meses sagrados, fundamentales para no sólo la organización del nuevo curso, sino también, la interiorización del regreso a la rutina. Por desgracia, esta vez tocó hacerlo al revés. Deben salir los estudiantes a salvar los muebles para no contabilizar un año desierto, en el que al parecer; se ha valorado más la salud física que la mental. 

Aquí, al parecer, los estudiantes ya no sólo deben hacer el papel de estudiantes, sino también, el de salvavidas de una organización que se podría haber hecho mejor. Resulta un tanto curioso saber hasta cuándo los estudiantes seguirán tirando del carro para que se siga garantizando la educación en tiempos de Coronavirus en el país. Y visto la enorme carga que se pone en las espaldas del estudiante ecuatoguineano, y recordando las palabras de la Biblia que recuerdan la incapacidad de las personas en servir a dos amos al mismo tiempo, no resulta complicado pensar que estemos en la antesala de una nueva debacle escolar.

Es fácil comprender que con lo que se les ha puesto encima, para muchos de los estudiantes, el objetivo no sea estudiar sino salvar un curso que hace aguas por todas partes. Y claro, como eso se consigue dejando correr el tiempo hasta alcanzar los tres meses de la prórroga que marca la Orden Ministerial, muchos también podrían dedicarse a intercambiar impresiones con los compañeros. Total, han sido algo más de noventa días sin saber nada de los demás.

Puede que en el fondo no haya sido tan malo la ampliación del calendario escolar antes de la suspensión definitiva de este año. Con esa decisión, por ejemplo, se les ofrece la oportunidad a los centros de cumplir sus contratos con los padres o tutores que tenían completamente pagados la asistencia de sus hijos a clase. 

No obstante, la discusión se reserva para el próximo año. Si estamos con las prolongaciones, la pregunta es hasta cuándo. Porque si la consigna sigue siendo garantizar el ritmo de las clases con sus respectivas vacaciones, como tradicionalmente se venían dando, algo no podrá cumplirse en el curso 2021/22, y esa alteración seguirá siendo visible en los siguientes años escolares.

Y teniendo tan a la vista el futuro de reajustes que se tendrá que ir haciendo a lo largo de cada año escolar, sólo por salvar éste que en todo caso podemos culpar al Coronavirus de su fracaso. La administración pública se empeña en salvar un curso que nunca debió empezar sin las garantías de que el Coronavirus le iba a respetar.

Pero si de verdad se está avanzando con el ritmo de vacunación como defiende Sanidad: porqué no esperar un poco más hasta alcanzar en todo el país la famosa población de rebaño, y evitar estar haciendo malabarismos que entre otras cosas; pone en serios interrogantes el compromiso de Guinea Ecuatorial con la educación.

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