Jacob Zuma amenaza el legado de Nelson Mandela

JACOB ZUMA AMENAZA EL LEGADO DE NELSON MANDELA.

Los disturbios que tuvieron lugar el pasado fin de semana en Sudáfrica nos han dejado ver las dos caras de un país donde al parecer la gente sale a la calle con el margen de la tolerancia desbordado, y con muy pocos ánimos de seguir fingiendo que sus políticos cuentan con el aval de ellos, para continuar metiendo mano en las arcas estatales mientras fingen que les gobiernan.

Por un lado, se ha visto a la Sudáfrica que vive, por y, para hacer cada vez más grande el sueño de Nelson Mandela, con su discurso de integración y no a la violencia, y por otra parte, otra Sudáfrica que con la muerte de Madiba han decidido enterrar con él todas sus enseñanzas, o simplemente, remplazándolas por las de Jacob Zuma, que en los últimos años no ha dejado de crecer su índice de popularidad.

Si bien con el tema del Apartheid, y sus consecuencias que a día de hoy siguen estando muy presentes en la Sudáfrica del 2021, al país del arcoíris se le abre un nuevo frente. En éste, al parecer, en el orden del día encontramos temas tan tradicionales como la corrupción o las reducidas esperanzas de empleo que se sufre en el país, y que son muy comunes entre los países del continente.

A día de hoy, Sudáfrica, se encuentra en guerra con ella misma. Se debate entre si rescatar la fórmula que le sirvió, en el pasado, para ganarse el respeto entre sus vecinos africanos, y la admiración de Europa y América, o simplemente, dejarse reducir hasta alcanzar el -lamentable- nivel de cualquier país de su continente, con la única diferencia de que, por lo menos, seguiría perteneciendo a la élite, donde están aquellos pocos países africanos cuya esperanza de vida está por encima de los 60 años.

Probablemente, Jacob Zuma, un agitador de masas con experiencia demostrable y sin ninguna formación académica considerable, sea la razón de las grandes alteraciones sociales que se ha vivido en las calles sudafricanas en estos últimos días, y más aún cuando estos disturbios tienen su origen en Kwazulu-Natal, el poblado de Zuma. Sin embargo, también puede ser otra forma de expresión social que ha ido viendo cómo se ha ido menguando la credibilidad de sus órganos jurídicos que pierden fuerza frente a determinados personajes.

Por ejemplo, en 2018, el mismo Jacob Zuma se vio forzado a dimitir de su cargo como presidente de la nación sudafricana sin que la justicia moviera un sólo dedo para presionarle. Y, otra vez, tuvo que ser el pueblo, quienes salieran a la calle a poner los puntos sobre las <<i>>, como ya había sucedido en varias ocasiones en la historia sudafricana. Pero que esa vez no salían para exigir el derecho de los negros al sufragio, sino para echar a otro negro del cargo de presidente.

Desde que el mundo es mundo y la gente sale a las calles a hacerse escuchar, los disturbios siempre han dejado algún saldo negativo: ya sea en forma de inmuebles destrozados o calles cortadas con barricadas. Pero que en el caso de los países africanos éstos alcanzan proporciones muy superiores a los normalmente defendibles por nadie que se diga demócrata. Buena parte de esos disturbios terminan con los locales destrozados o asaltados, y que lamentablemente suelen ser de personas cuya actividad no son el foco de las protestas.

Lamentablemente, ya no podríamos saber qué diría Nelson Mandela frente a esos intentos de Golpes de Estado disfrazados con acusadas capas de desorden social: si de verdad apoyaría la idea de que sea un convicto quien esté motivando el desorden en la Sudáfrica que le costó contruir, incluso con 27 años de cárcel, o si estaría él, entre esos hombres y mujeres que con palas y escobas en manos le hacían frente a los alborotadores, los mismos que, de manera conveniente, creen todavía en las palabras de Zuma y parecen estar convencidos de que podrían devolverle la presidencia.

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