Un homenaje a la vergüenza

Todo empieza en los Juegos Olímpicos de Sidney (Australia) 2000. Donde el nadador ecuatoguineano protagonizó la peor anécdota en cuanto a marca (1':52) que se recuerda en toda la competición. Y por ello, la FENA le ha dedicado un homenaje de 5 días que, empezó el 11 de abril en el Royal Palm, y al que Mousambani nunca acudió

Por: Leoncio Marquez -Malabo

Una de las anécdotas que muy pocas veces recordamos, y que hoy se intenta camuflar como positivo, es el fracaso de Érick Mousambani Malonga en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Lo de Mousambani, fue un estrepitoso fracaso: un seudoatleta con ínfulas de profesional, que creyó que se braceaba igual en el río Utonde que en una piscina olímpica. Muy rápido la suerte le demostraría lo equivocado que estaba, sobre todo, porque le tocaba competir entre atletas más curtidos y cuyas complexiones rebosaban arto trabajo físico. Nada que ver con el ecuatoguineano ése que parecía estar montado en una permanente nube de colores y cuya consistencia física advertía de todo, excepto la de un atleta en condiciones. No obstante, Mousambani, hizo quizás el gesto más patriótico que se le recuerda en toda su carrera como nadador, el de echarse a la piscina a expensas de merecerse la peor marca que se haya visto en toda la historia reciente de los Juegos Olímpicos. Y aún así, 22 años después, la FENA, Federación Ecuatoguineana de Natación, no reconoce su parte de culpabilidad en lo que se sigue recordando como el mayor ridículo deportivo dentro de los anales de Guinea Ecuatorial. Seguro que para la FENA una primera mala experiencia no debe empañar las posibles alegrías que, a cuentagotas suelen llegar en la casa del pobre -en forma de competiciones, claro está- aunque luego no duren nada. Y quizás sea esa la razón por la que algún cantamañas pueda gozar del privilegio de convencer a la federación de que el espectáculo en Sidney debía de ser recordado sin el más mínimo atisbo de pundonor, ¡vamos, un orgullo!

No conformes con humillar al pobre en el pasado, ahora tratan de exhibirlo como mono de feria ante los mismos que jugaron con su ilusión de ser atleta. ¡Claro que tenía dotes! Pero, como lo pudo comprobar el propio Mousambani, de nada sirve ningún talento singular si no va acompañado de constancia y de mucho trabajo. Lamentablemente, y en pleno 2022, esa reflexión ya no es útil para un Érick Mousambani que habrá tenido que pasar malas noches desde aquella vez en Sidney, cuando su nombre empezó a encabezar la larga lista de gente que antes de él habían tenido un mal rendimiento en alguna edición anterior de los Juegos Olímpicos. O, también, es probable que al tratarse de un ecuatoguineano aquello nunca redundara en un conflicto mental. Pero lo que sí es urgente atender es saber si alguna vez la FENA,  se armará del suficiente valor como para entonar el mea culpa. Y hasta puede que, para Érick Mousambani, aquello cobre mayor significado que cualquier homenaje de la vergüenza que se pretenda hacer en su nombre.

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