La palabra de Mbappé

Debería haber una ley -no escrita, pero tan respetable como si lo fuere- en el mundo del business, que delimitase hasta qué punto papá Estado puede intervenir en los negocios futboleros e influenciar en sus nacionales. Antes que nada, porque solo así se puede seguir hablando de una supuesta independencia y de que el fútbol sobrevive al margen de los tentáculos de los asuntos de Estado.

L. Marquez Merino -Malabo

El caso Mbappé es uno de los claros ejemplo que, contado en boca de los madridistas, te hacen creer que, al pueblo francés solo le faltó poner a los pies del jugador del Paris Saint German la presidencia de Francia, con la inconveniencia de que hace a penas mes y medio desde que ratificaran a Macron como Jefe del Estado. Pero no por eso habían de quedarse con las manos cruzadas, más aún si es sabido por todos la debilidad de Mbappé por la Marsellesa. Como cualquier buen francés que se aprecie.

Desde la intromisión de los petrodólares al mundo del fútbol, si algo había quedado meridianamente claro para los aficionados, es que el fair play financiero nunca ha existido como un concepto tangible que se pudiera llevar a cabo. Porque cuando no se trata del superávit que puede inyectar el jeque de algún país árabe, en uno de esos muchos clubes que tienen comprados por toda Europa, bien que se puede tratar de clubes como el Barça, el Real Madrid o el Baryern de Munchen que hacen gala de su buena suerte con la Champions League para continuar con sus intensivas cazas a los mejores futbolistas del mundo.

Y los ejemplos de cuánto se ha convulsionado el mercado con cualquiera de estas prácticas, son tantos como ejemplos de jugadores que han visto encarecido sus cláusulas de contrato, sólo por el hecho de que hayan sido señalados previamente como futuros delicatessen. Por lo que sin duda, resulta comprensible que haya equipos de la élite que pierdan incluso su orgullo en el intento por fichar a alguno de ellos. Y es ese el motivo que hace necesario tener claro hasta qué punto papá Estado puede o debe entrometerse en asuntos que, desde luego, no son de su incumbencia. Sobre todo, porque en el caso concreto de Mbappé, parece que la propia opinión y los deseos del jugador no han contado en ningún momento, pese a que todos los conocíamos.

Sí, puede que desde París aquello se interprete como un gesto de poder. Sobre todo, cuando lo que se consigue es ganarle la batalla a un tío, como Florentino Pérez, que está acostumbrado a poner la bala justo donde previamente ya puso el ojo. Obviamente, decirle "no" al presidente del Real Madrid Club de Fútbol es interpretado en otras ocasiones como la renuncia voluntaria del profesional a cualquier premio de esos que se reparten a nivel de Europa -de allí que tremenda osadía no le sea permitido a cualquier futbolista- más aún cuando parece extenderse el rumor de que, por España se llega más rápido al Balón de Oro.

No obstante, aún queda por conocer el precio deportivo que tendrá que pagar Mbappé -y no el Estado Francés- por las falsas ilusiones que se habían hecho en Bernabéu por la supuesta venida del 7 de París. Porque, como sucede en estos casos, al resto de los clubes les ha quedado claro que, Kyllian Mbappé sólo puede jugar en Los Parques de los Príncipes y para un único club, que es el Paris Saint German.


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