Una moción de fotos. Es todo lo que fue


L. Marquez Merino -Malabo

Solo imagínense de que finalmente, la bromita de Vox  de hace a penas dos días en el Parlamento Español hubiese encontrado con un Partido Popular menos convencido, obviamente por las encuestas, de que podría arrebatarle la Moncloa y hasta la corbata a Sánchez, sin necesidad de recurrir a trucos tan poco ortodoxos como el que protagonizó el partido de Santiago Abascal.

Todo parece indicar que ni si quiera desde Vox se lo habían tomado en serio. Tal vez solamente se trataba de un intento por querer hacer feliz a un envejecido Ramón Tamames, cuyos mejores años en política ya son historia que quedan bien en los museos y en las aulas de alguna universidad, incluso en los foros de debates, pero desde luego, no son lo suficientemente atractivos como para quererlos revivir.

Porque si así no fuera, seguramente que en España hay montones de ilustres señores con pasado en la política nacional que podrían haber acompañado mejor a Vox en su locura de creerse estar mejor posicionado que el Partido Popular, en un cara a cara con los actuales inquilinos de la Moncloa. De todos modos, las encuestas ya les colocan como la tercera fuerza política en España en intención votos, pero tal parece que a Abascal y su partido no se conforman con ir terceros. Desde luego que no va a ser solo Unidas Podemos, el único partido que vaya a conseguir romper realmente con el bipartidismo español. 

Por desgracia, es año electoral, y como mandan los cánones, es momento de que todas las mentes pensantes y las no tan pensantes empiecen a proponer ideas o sandeces, que para lo que se vivió es lo mismo. Por ahora, se trata de devolver en el centro de la relevancia política al partido y a sus candidatos, y evitar a toda costa de que el elector fuera a votar sin una foto mental lo bastantemente acertada de cómo son los candidatos de Vox. No vaya a ser que les pase lo mismo que a CPDS en las pasadas elecciones en Guinea Ecuatorial.

La seriedad de Vox habla por sí sola. Un candidato a la Moncloa que no puede ni mantenerse en pié apenas 5 minutos, sin embargo, es al que se le empuja para acabar protagonizando el mayor fiasco político que  se le recuerda a Vox en la Cámara Baja de España. Es cierto que Abascal necesitaba limpiar su imagen de orador tras la primera Moción de Censura que, a juzgar por la necesidad de recurrir a una segunda, tampoco le salió bien la jugada.

Y yo que pensaba que, con los desajustes de Biden en la Casa Blanca, había quedado medianamente claro que, a cierta edad, la carrera por gobernar un país, se convertía en un ejercicio de alto riesgo, incluso para las mentes más curtidas en política como Ramón Tamames o cualquier viejuno con ínfulas de presidenciable.

Por suerte para los españoles, y por desgracia para Abascal, Vox sólo se encontró con un Partido Popular más cobarde, más contenido, más preocupado por asegurar el éxito de futuras alianzas, de allí que no le terminaba de dar la cachetada de realismo al partido de Abascal, que seguramente, a base de insistir demasiado, se lo habrían merecido. El Partido Popular lo dejó en unas palmiditas por la espalda, en forma de abstención, como quien la cosa no fuera con él, aunque en realidad, lo que se discutía era su hegemonía.

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